Amor en pareja: Pasión, intimidad y compromiso

Amor en pareja: Pasión, intimidad y compromiso

El amor en pareja es un sentimiento que adquiere gran importancia en la vida de una persona cuando se tiene una relación. Pero, ¿qué es el amor? En los años 80 el psicólogo Robert Sternberg quiso dar una explicación amplia al concepto del amor en pareja y lanzó al mundo de la psicología su “Teoría triangular del amor”.

Sternberg se dio cuenta de que no todas las relaciones de pareja entendían el amor de la misma forma, sin embargo, cada una de ellas se explicaba en base a la combinación de tres componentes básicos:

Pasión: La pasión o enamoramiento es la emoción que nos produce gran excitación fisiológica y bienestar. Nos lleva a querer estar con la persona amada, a expresar nuestro afecto por cualquier método y al deseo sexual.

Intimidad: La intimidad en la pareja implica una revelación mutua de lo que somos y de nuestros sentimientos, generando una comunicación íntima,  confianza, vínculo y conexión. La intimidad es también consecuencia de recibir y entregar apoyo emocional, lo que nos predispone a continuarla.

Compromiso: El compromiso es la voluntad de mantener en vínculo y la decisión de que, pese a las dificultades temporales que surjan, se quiere continuar en la pareja.

Postuló, que según la forma en que aparecen y se manifiestan cada uno de esos tres componentes, dan lugar a siete formas distintas de amor: Encaprichamiento, Cariño, Amor Vacio, Romántico, De Compañía, Fatuo y Pleno.

Cuando en la relación existen los tres componentes Stemberg lo llama “Amor Pleno o Completo”. Sugiere que es la combinación ideal y a la cual tendemos todos cuando tenemos una relación de pareja. También apunta que es más facil llegar a experimentarlo que lograr mantenerlo, puesto que cada uno de estos componentes requiere alimentarlo y cuidarlo.

Claves para potenciar los componentes básicos.

       1. Incrementar la pasión.

Recordar los aspectos por los que admiramos a nuestra pareja, así como rememorar las imágenes romanticas que nos hicieron enamorarnos de él/ella, avivarán el deseo y la atracción.

Es importante que tengamos en cuenta que la rutina es el peor enemigo del deseo y el disfrute sexual. Innovar, dar rienda suelta al humor, a la imaginación y fantasía, enriquecerá las relaciones sexuales y el placer.

      2. Aumentar la intimidad.

 Construir un fuerte compañerismo que esté basado en una comunicación eficaz, poniendo en práctica una escucha activa, es decir, captar sentimientos y pensamientos que subyacen en el mensaje, libres de juicios de valor, que permita a mi pareja sentirse comprendido. Una comunicación efectiva hará que se incremente la intimidad entre vosotr@s y os sintáis aceptados.

Así mismo, aumentar el intercambio de verbalizaciones positivas, pequeños detalles o  gestos de afecto, risas compartidas…, ayudarán a generar mayor complicidad.

      3.  Mantener y ampliar el compromiso

 Cuando surjan discrepancias, es importante que adoptemos una postura asertiva, es decir, una postura que permita manifestar la propia opinión sin que el otro se sienta juzgado, rechazado o dominado. Para ello utilizaremos mensajes en primera persona (yo pienso, yo siento, yo preferiría,…). Esto facilitará las negociaciones y acuerdos. Así, generaremos un compromiso que mantendrá la relación sin perder nuestra propia identidad.

 Otra clave para superar adversidades es ofrecer ánimo y apoyo mutuo cuando a uno de los dos le van mal las cosas en otros ámbitos de la vida.

 En definitiva, si potenciamos una comunicación asertiva, apoyo y ánimo constante, tendremos el camino idóneo para mantenernos unidos ante acontecimientos inesperados y para lograr ajustarnos a las situaciones que modifican nuestra relación de pareja a lo largo de nuestra vida, como por ejemplo, la convivencia, el nacimiento de hijos o las dicultades para tenerlos, cambios laborales, cambios personales, enfermedades, la marcha de los hijos, la jubilación,etc.

La conclusión es que el amor es una cosa a trabajar. Os proponemos realizar el siguiente ejercicio: visualizad en pareja los tres componentes que propone Sternberg, comentadlos en pareja reflexionando en qué parte del dibujo os encontráis, negociad que cosas podéis trabajar juntos, poneos una meta, y comenzad a conseguir como un equipo el gratificante AMOR PLENO.

 

 

Beneficios del Mindfulness: afrontar emociones difíciles

Beneficios del Mindfulness: afrontar emociones difíciles

Cada vez son más los estudios científicos que demuestran como la práctica regular de mindfulness aporta numerosos beneficios. Entre ellos, permite regular las sensaciones desagradables que, emociones como la rabia, la ansiedad o la tristeza intensa, pueden llegar a ocasionar en nuestro día a día. Pero, ¿sabes realmente que es el mindfulness?

Mindfulness es la capacidad de prestar atención plena a lo que estoy experimentando en mi momento presente, es decir, “mi aquí y mi ahora”.

Se trata de que entendamos que pensar sobre el pasado y planificar el futuro es una cualidad muy útil para nosotros, pero deja de serlo cuando permitimos que nuestra mente se preocupe excesivamente de lo ya ocurrido, o anticipe constantemente realidades inexistentes. En tales casos, las emociones menos agradables pueden llegar a desbordarnos, inmovilizándonos e impidiéndonos ver la realidad tal y como es (ya que solo se “es” en el momento presente).

Conseguir una atención plena a mi momento presente se convierte, por tanto, en el ingrediente estrella para afrontar emociones difíciles y alcanzar mayor equilibrio emocional. ¿Cómo lograrlo?

Se parte del principio de que ¡todas las emociones son necesarias!, puesto que cada una nos proporciona información para ayudarnos a sentirnos mejor con nosotros mismos y con los demás.

Por tanto, cuando notes una emoción intensa desagradable, no te dejes llevar por el impulso que te provoca. Haz una pausa, párate y respira profundamente poniendo atención a las partes del cuerpo donde tu emoción se manifiesta (hormigueo en el estómago, tensión en los hombros, nudo en la garganta,…). Simplemente, percíbelas con detalle hasta familiarizarte con todos los aspectos posibles.

Pon nombre a esa emoción, obsérvala sin juzgar, es decir, ACEPTALA. Puede que al principio notes un cierto rechazo hacia lo que ocurre, pero en lugar de dejarte llevar por esa “resistencia”, espera a que la emoción transcurra mientras realizas un par de respiraciones profundas.

Permite que la emoción se vaya, es decir, deja que la reacción corporal mediante la cual se manifiesta, desaparezca. Esto ocurrirá de forma natural.

 

Recuerda que eres tú quien puede elegir qué hacer con tus emociones.

Menos obligación y mucha más ilusión

Menos obligación y mucha más ilusión

Debería empezar por confesar que buena parte de mi vida la he pasado siendo un niño adaptativo. Muchos de mi generación respondemos a ese patrón actitudinal: caer bien, quedar bien, hacerlo todo bien. Ser, ante todo, obedientes. La manera de ser amados se correspondía con la capacidad de generar en los demás un estado de simpatía hacia nuestra persona. Y nada funciona mejor en este sentido que adaptarse a las demandas del medio y de las voluntades ajenas. Imposible desobedecer. Imposible fallar. Imposible actuar según los propios designios, según las ganas y según los latidos del corazón.

Adaptarse al medio no es ningún demérito, más bien al contrario. Sin embargo, cuando la adaptación se pone al servicio de las transacciones afectivas, de la búsqueda de aprobación y estima de los demás, entonces tenemos un problema. La vida se convierte en la obligación de ser buenos, de corresponder a las expectativas ajenas. Se construye así una identidad disociada: quien soy por fuera y quien soy por dentro. La zona abierta y la zona oculta. Lo malo es que uno llega a creer que lo que existe ahí dentro es vergonzoso. Por eso hay que ocultarlo.

Con el paso de los años, las personas que se han pasado la vida obligándose a ser buenas acaban tan hartas que prefieren encerrarse en sí mismas. Deciden vivir por fin su vida oculta, solo que no lo saben hacer ante los demás, por lo que prefieren que las dejen en paz. Hartas de todo, se aíslan, van a lo suyo y la familia con un ratito basta. Se abandonan porque no quieren más obligaciones.

El doctor Eric Berne se hizo popular por su teoría sobre el análisis transaccional o los tres estados del yo: el niño, el adulto y el padre. Esas figuras simbólicas que todos llevamos encima son fáciles de reconocer si escuchamos nuestros diálogos internos. Pero más allá de su teoría y de la atinada descripción de los juegos en los que vivimos según Berne, el niño es la parte más valiosa de la personalidad, ya que contribuye al impulso creador, el encanto, la intuición o el placer.

No obstante, distingue entre el niño adaptado y el niño natural. El primero es el que modifica su comportamiento bajo la influencia parental. Se porta como el padre o la madre querían que se portara. O se adapta y lo hace con dos posibles expresiones: encerrándose en sí mismo o quejándose. El niño natural es una expresión espontánea. Es rebelde o creativo, por ejemplo.

De ahí obtenemos una primera pista valiosa: el precio de la adaptación consiste en partirse en dos. Uno es complaciente. El otro, ocultamente insatisfecho. De este modo crece sufriendo esa doble existencia. La de fuera, elogiada por todo el mundo. La de dentro, odiada por uno mismo. La que se muestra y la que se oculta. Una cara es el éxito; la otra, el aburrimiento. O se cae en la vanidad y el narcisismo o se muere de envidia o de vacío. Mal asunto.

Cuenta Antonio Blay que lo que surge del fondo de nuestro ser es inteligencia, energía y afecto. Pero, en cambio, el modo de ser se adquiere a través de lo que se nos enseña, lo que se debe hacer, cómo hay que hacerlo y lo que no hay que hacer. El niño (voy a utilizar el genérico de Berne, aunque se entiende que hablo de la niña también) aprende que no vale tanto por lo que es, sino por su adaptación a un modo de ser ajeno a él. Es así como construimos un exterior que, con tal de garantizarnos seguridad, afecto y felicidad, nos pide a cambio que renunciemos a nuestra naturalidad.

Dice Blay: “El niño desconecta de su fondo de energía, de su fondo de vitalidad, de donde surge la capacidad combativa de vivir, de jugar, de expresar sus necesidades vitales”. Es así como uno pierde la seguridad en sí mismo. El niño deja de vivir en su fuente natural y acaba por depender de las fuentes externas, la madre primero y el mundo después. Pero ¿qué ocurre cuando, a pesar de ser bueno y adaptado, ahí fuera les niegan sus necesidades? Entonces el niño se encuentra sin soporte central y sin soporte exterior y por unos momentos se encuentra totalmente aislado, desconectado, en una soledad total. Es el estadio de angustia fundamental.

Esa ansiedad la seguimos viviendo de adultos cada vez que sentimos la duda de quién somos o de no funcionar según los modelos establecidos. Se llega a un callejón sin salida: si soy yo, no me querrán. Nos abandonamos a nosotros mismos para que no nos abandonen los demás, los que creemos fuente de todo lo que necesitamos. La mayor parte de las personas que juegan a ser buenas, que tienen la necesidad imperiosa de sentirse bondadosas y lograr ser queridas, lo hacen para evitar esas angustias. Así han aprendido a vivir con obligaciones, remordimientos y culpabilidades.

No fue hasta los cuarenta y tantos cuando aprendí de mi maestro Oriol Pujol Borotau una de sus mejores lecciones orientales: ¡Todo con ilusión, nada por obligación! Lo que encierra esta frase tan breve es toda una declaración existencial. Los griegos nos impulsaron hacia la virtud a través de la lucha y la victoria, para obtener así la condición de personas honorables. Hoy preferimos hablar de ilusión y de felicidad, de fluir, de amar y de sentir pasión por aquello que nos gusta.

No obstante, para llegar a tales plenitudes es necesario un ejercicio de autoconocimiento que permita observar y corregir la pesadez de seguir siendo un modelo a los ojos del mundo. Atreverse a ser uno mismo pasa por tener a raya al niño adaptativo, abandonar la obligación interior de ser siempre bueno y preferir mostrarse con autenticidad. Para ello hay que vencer esas angustias que ahora perviven como memorias emocionales. Hay que abrazar la vulnerabilidad de sentirse desnudo hasta descubrir lo bien que sienta recuperar la naturalidad. Aquella que no se basa en modelo alguno, sino en inteligencia, amor y energía. El resto es mera reactividad, miedo y control.

A veces, el planteamiento es sencillo: ¿qué es lo que hago por obligación?, ¿qué es lo que hago con ilusión? El caminante que hace camino al andar debe avanzar ligero. Cuando su mochila está demasiado cargada de obligaciones, debe soltar lastre. Y una de las más pesadas es la que obliga a recorrer la senda que quieren los demás. Hay que encontrar el propio camino y revisar de vez en cuando si se sigue siendo feliz al andar.

fuente: El país (17/03/2013)

 

Aprende a ser tu mejor amig@

Aprende a ser tu mejor amig@

Aunque nos resulte curioso, nosotros podemos ser nuestro peor enemigo. Poseemos un arma muy dañina, la autocrítica. Es una voz interior que te ataca, te juzga o te compara con los demás, haciéndote sentir en desventaja. Y sorprendentemente, nos gratifica escucharla porque nos puede hacer sentir seguros y libres de temor.

Por ejemplo, cuando sentimos que hemos ofendido a personas emocionalmente cercanas y anticipamos su rechazo, nos criticamos por ello. Ese ataque creará una reacción de arrepentimiento que los demás pueden percibir, por lo que serán más afectuosos hacia nosotros, y así reduciremos el malestar que pudiera provocar el dolor del rechazo.

Algo parecido puede pasar cuando quieres abrir tus sentimientos a una persona que te gusta, o simplemente, presentar un plan de ocio a tus amigos. Este mensaje de autocrítica (“…soy muy pesado…”,”…no le gusto…”,”…mis planes son un rollo…”) impedirá que lo intentes, y te sentirás aliviado al pensar que evitas lo temido y todas las emociones dolorosas asociadas.

También podemos creer que la crítica puede preservar nuestra competencia. Por ejemplo, ante una entrevista de trabajo, tu autocrítica te dice: “…No estoy a la altura del trabajo y no me lo van a dar…”.”…¡Será un fracaso para mí!….”. Si escuchas esa crítica, no irás a la entrevista, y creerás que así evitas la sensación de incompetencia que anticipas. El problema es que ese alivio reforzará el seguir haciendo autocrítica. Esa evitación reafirmará todos los mensajes, por lo que te irás sintiendo cada vez menos valios@. ¡Y te perderás grandes oportunidades!.

Aprende a escucharte. Conviértete en un observador de lo que te dices. Muchas veces esto ocurrirá de forma automática y no te darás cuenta. Cuando la autocrítica empiece a atacarte puedes decirle:- ¡Basta!, o bien, contraatacarla.

Cometer un error, recibir un “no”, decir a alguien “no”, discrepar en opiniones, tomar decisiones que no sean apoyadas, son situaciones en las que se puede activar la autocrítica. Pero son cosas que forman parte de la vida, y son entendidas y compartidas por la gran mayoría de los seres humanos. Si aparece la autocrítica puedes cambiar el contenido del mensaje.

No creas en los temores que anticipas y ayuda a tu voz interior a apoyarte. Equivocarse es la forma de aprender, y aprender es evolucionar. Decir “no” es un derecho personal. Ayúdate a decirlo y a tolerarlo. Tomar decisiones es una responsabilidad con nuestra vida, aunque no sea del gusto de los demás. Y el mundo evoluciona gracias a que no todos tenemos los mismos planteamientos ante las cosas.

Hablarse de otra manera no significa que seamos excesivamente benévolos con todo lo que hacemos o decimos. No sería tampoco adaptativo. Si en algo realmente nos hemos equivocado, podemos enmendarlo o repararlo de muy diversas formas.

Intenta aceptar que no siempre vamos a tener los resultados esperados en la vida y que aceptarlos es, precisamente, lo que nos ayudará a mejorar y crecer. Es posible que lo que sientas ante ello no sean emociones agradables, pero es importante recordar que todas las emociones tienen una función y por lo tanto nos ayudarán. Aprende a tolerarlo desde esa voz interior que es tu conciencia y date un mensaje de comprensión y apoyo cada vez que te juzgues ante la vida. Intenta hablarte con cariño. ¿Acaso no es lo que harías con tu mejor amigo?

@Silvia García Palacios 

 

La expresión que tienes que utilizar para tranquilizarte inmediatamente

La expresión que tienes que utilizar para tranquilizarte inmediatamente

Cuando un problema nos bloquea pensamos que éste no tiene solución, nos ofuscamos y lo pasamos mal. Pero todo cambia si sabemos interpretar los vaivenes de la vida de distinta forma. En efecto, puede que un problema no tenga solución –o ésta sea muy compleja– pero siempre está en nuestras manos cambiar la forma en que nos afecta éste.

La terapia cognitiva es un popular método de tratamiento psicológico –cimentado sobre un enorme corpus científico– que se basa en la idea de que el ser humano sufre por la interpretación que realiza de los sucesos y no por estos en sí mismos. A veces, basta pensar sobre nuestros problemas de otra manera para que estos resulten insignificantes. Y el lenguaje que utilizamos tiene más importancia de la que creemos.

 

El doctor Stanley Hibbs, psicólogo clínico especialista en tratar trastornos de ansiedad, asegura en sus conferencias que basta utilizar una expresión muy habitual para estar más relajados: “Esta palabra mágica ayuda a combatir el desánimo y vuelve los días potencialmente desastrosos en jornadas productivas. Es buena para tu salud, tu autoestima y puede hacer que seas más productivo y mejor persona. La palabra mágica es ‘sin embargo’ (nevertheless)”.

¿Cómo puede ayudarnos una expresión de dos palabras a sentirnos más calmados? Basta con utilizarla para contraponer algo positivo a aquello que nos está agobiando, y así reconducir nuestro comportamiento. Este es un ejemplo de cómo puede utilizarse:

  • “Estoy cansado y me he ganado el derecho a vaguear. Sin embargo, puedo hacer un par de cosas más y entonces relajarme”.
  • “Hace mucho frío y hoy no me apetece salir a correr. Sin embargo, es muy importante que haga deporte, así que voy a hacerlo de todas formas”.
  • “Estoy enfadado y me gustaría atiborrarme a pizza. Sin embargo, voy a encontrar una manera mejor de lidiar con mis problemas”
  • “Creo que voy a suspender este examen de todas formas. Sin embargo, voy a empezar a estudiar y dar lo mejor de mí”.

 

Un recurso muy simple, pero que funciona

El doctor Jeffrey Bernstein, popular conferenciante en Estados Unidos y reconocido terapeuta, asegura en Psychology Today que la técnica es muy poderosa y eficaz para calmar la ansiedad y lograr estar más relajados, y ha funcionado de maravilla entre sus pacientes.

El secreto de la expresión reside en que nos obliga a frenar y pensar con que alternativas contamos en un momento dado. Y esto es fundamental para darnos cuenta de que no siempre hay una única salida, y la que consideramos obvia no siempre es la mejor.

Como explica Bernstein, “siempre vamos a tener razones, o excusas, para sucumbir a la ansiedad y hacer algo poco sano, improductivo o moralmente cuestionable. Sin embargo, siempre tenemos la posibilidad de escoger la opción correcta”.

 Fuente: El confidencial (08/10/14)

 

¿Quien manda en nuestra vida?

¿Quien manda en nuestra vida?

Carmen quería venir a mis sesiones de meditación en grupo, pero su marido siempre estaba enfermo. Me comunicaba su intención de venir y que sentía que no podía, debía cuidarle a él. Cuando murió el marido, al cabo de unos meses pensé: “Ahora vendrá”. Pero me dijo que debía cuidar al perro, y cuando éste murió tuvo un nieto a quien atender. Su deseo era unirse al grupo de meditación, pero nunca lo consiguió. Finalmente Carmen murió sin haber participado activamente en el grupo.

¿Quién mandaba en la vida de Carmen? ¿Su marido, su perro, su nieto? ¿Su responsabilidad excesiva? ¿Sus bloqueos, su falta de voluntad, sus miedos? ¿Utilizaba a los demás como excusa? ¿Era perezosa? La gran pregunta es: ¿quién y qué gobierna en nuestra vida? Cuando las circunstancias se apoderan de nosotros y nuestra voluntad flaquea, parecemos un navegante a la deriva, dirigido por los vientos y las corrientes externas. Tenemos buenos propósitos, pero parece que se quedan en meras intenciones que no llevamos a la práctica. Queremos adelgazar y no lo conseguimos. Nos proponemos ser más ágiles y flexibles, pero nos falta disciplina. Queremos descansar y nuestros pensamientos nos atormentan. Y así un sinfín de propósitos incumplidos, “dominados” por diversas causas.

Cuando el mundo nos parece una amenaza o un lugar donde se gesta un sufrimiento tras otro, buscamos mecanismos de huida y evasión. Son dependencias que mandan sobre nuestra vida, sean adicciones a la droga, al juego, al poder, al sexo, a la velocidad, a las personas, a la acción desenfrenada o a las compras compulsivas.

Es cierto que topamos con contingencias como accidentes, tsunamis, tormentas, atascos, muertes súbitas, y un sinfín de contratiempos que cambian el rumbo que teníamos previsto y mandan sobre nuestra vida en ese momento. Sin embargo, podemos elegir actitudes y comportamientos que se centren en nuestro poder personal y en nuestra capacidad creativa para superar el sentimiento de impotencia e indefensión.

¿Quién maneja el timón? Un experto en neurociencia nos dirá que nos gobiernan el inconsciente y las neuronas; otro nos dirá que son las hormonas quienes mandan en lo que hacemos y en cómo estamos. Pero ¿son nuestras creencias y percepciones las que inciden en nuestras decisiones? Según el maestro budista Thich Nhat Hanh, las percepciones, las formaciones mentales y los hábitos determinan nuestra felicidad y nuestro sufrimiento. Debemos cuestionarlos para liberarnos de percepciones erróneas, de las formaciones mentales (como son las creencias y las suposiciones) que nos provocan sufrimiento innecesario.

Podemos aprender de la naturaleza. Las plantas ascienden buscando la luz que les da vida, pero hunden sus raíces en la tierra que las nutre. Conectados con nuestra “savia” interior, el núcleo vital que nos mueve, afrontamos las dificultades convirtiéndolas en oportunidades para seguir creciendo. Esto es posible cuando nutrimos actitudes que brotan de nuestro núcleo vital y lo retroalimentan. Desde la aceptación, la escucha y la apertura, podemos acoger al otro, comunicarnos y crear puentes de reconciliación. Por el contrario, si nuestras actitudes son de frustración, resignación y culpabilización, nos desconectamos de lo que nos revitaliza, rechazamos al otro y la comunicación es difícil. Cuando estas actitudes invaden nuestro mundo interior, somos menos creativos y acabamos enfermando o viviendo desvitalizados, en un malestar permanente.

Nuestro modo de percibirnos a nosotros mismos y al otro determina nuestra actitud y gobierna nuestro pensamiento. ¿Cómo veo al otro? ¿Como una amenaza, un enemigo o un inepto? ¿Como una fuente de conflicto? ¿Como una oportunidad y una posibilidad de aprendizaje y de intercambio? ¿Cómo me veo a mí mismo? ¿Sin valor, indefenso, incapaz? ¿O bien me veo con vitalidad y fuerza interior, con confianza en mí mismo? Las percepciones nos condicionan, es por este motivo que sugiero cuestionarlas y no creer que siempre tenemos razón en cómo vemos las situaciones y a las personas. Todo es relativo según el punto de mira. Elijamos miradas que nos den esperanza, nos fortalezcan y nos ayuden a avanzar. Dirijamos nuestra atención hacia lo que nos abre y da oportunidades, en vez de quedarnos encallados en lo que no funciona.

¿Es necesario sentirnos presionados en el trabajo, en las relaciones, en los estudios? Francamente, no. Se trata de evaluar y cambiar nuestras creencias. Cuando pensamos que algo “malo” puede ocurrir si no alcanzamos el objetivo que nos proponemos o nos proponen, nos sentimos presionados. El miedo al fracaso nos genera presión. El temor a ser abandonados nos lleva a cumplir las expectativas de los demás. A veces nos forzamos a nosotros mismos creyendo que un poco de presión es bueno para lograr lo que queremos. Pero a la larga este hábito de exigirnos nos deja agotados. Trabajar bajo presión reduce nuestras habilidades de pensar con claridad, discernir bien y actuar correctamente. Hasta que uno no se da cuenta, no se propone cambiar el hábito.

Mientras culpe a las situaciones, a las expectativas de los demás y a las fechas de entrega que me imponen en el trabajo o en los estudios como causantes de mi estrés, poco podré hacer para cambiar el hábito. Puedo cumplir el objetivo con ansiedad, presión, estrés, agobio y prisas, o bien con confianza, determinación, entrega y perseverancia, manteniendo la calma. Depende de mí cómo lo viva.

Para aliviar la presión, pregúntese: ¿por qué me siento presionado? Observe el sentimiento. ¿De dónde surge? ¿De qué tiene miedo? Pararse a observar le ayudará a frenar el sentimiento que está creando. Descubra qué creencias están detrás del sentimiento de presión que siente. “Quizá no llegaré a tiempo”. “Si no lo entrego a tiempo, perderé el trabajo”. “Si no hago esto, dejarán de apreciarme”. En este tipo de pensamientos existe el miedo a perder algo si no logra satisfacer unas expectativas. Este miedo ejerce una presión que reduce su capacidad de lograr sus objetivos. A veces basta hablarlo con la persona que supuestamente está ejerciendo la presión y veremos que gran parte de lo que sentíamos era innecesario, y que la pérdida que temíamos no sucede. Al expresarnos, abrimos una vía de entendimiento y se reduce la presión. Aprendamos a cambiar el curso de nuestros pensamientos para salir de los miedos que subyacen a los sentimientos de agobio y presión. Confiemos.

Detenerse, observar, reinterpretar, reevaluar, controlar pensamientos y sentimientos y cambiar creencias requiere energía. No una energía que obtendremos de fuera, sino de la vitalidad y autenticidad que llevamos dentro. Es la energía vital que se mueve cuando nuestra voluntad actúa. Haga un trato consigo mismo: decida no presionarse inútilmente y cree pensamientos positivos y actitudes proactivas que le permitan vivir mejor y encontrar soluciones más beneficiosas para todos. De nada le sirve quedarse invadido por la rabia, el miedo y la tristeza que le paralizan. Aprenda a vivir en el índice de 4:1, por cuatro emociones y actitudes positivas, una negativa. La psicóloga Barbara Fredrickson asegura que si logramos invertir el índice 1:4, una emoción positiva por cuatro negativas, y vivimos en 4:1, nuestra mente será más creativa, innovadora y adaptable a los imprevistos.

Para mandar en nuestra vida, debemos gobernar nuestra capacidad de pensar y de sentir. Generemos pensamientos elevados, positivos, inspiradores y creativos, y permitámonos sentir más alegría, inspiración, admiración, asombro, aprecio, gratitud, esperanza, interés y diversión. Se trata de ser consciente de lo que está pensando y sintiendo, y cuando se dé cuenta de que sus pensamientos no son saludables, respire, pare, recuerde momentos de vitalidad, busque lemas que le inspiren y le fortalezcan. Y vívalos.

 

Caminos a la transformación.

El primer paso para lograr el dominio sobre uno mismo es tener la voluntad de conseguirlo. Hay que ejercitar el poder mental para canalizar los pensamientos de manera positiva. La meditación nos conduce hacia nuestro núcleo vital. También nos ayudan las afirmaciones y la visualización, que consiste en crear imágenes positivas en la mente para fortalecer nuestra voluntad de alcanzar aquello que nos afirme de forma positiva. Cuestionemos nuestras creencias y percepciones, y lograremos aliviar los sentimientos de agobio y presión. Procuremos no dejarnos llevar por tendencias de huida y distracción. Centrémonos en este compromiso. Aprendamos el arte de apreciar y pensar en positivo. Con ello nos fortaleceremos y sentiremos seguros. Nuestro caminar por el mundo será más digno, y nuestra presencia, transformadora.

Cambia la forma de mirar las cosas y las cosas a las que miras cambiarán” Wayne Dyer

Fuente: El País Semanal (15 SEP 2014)